El uso de nuevas e innovadoras tecnologías como instrumentos para incrementar el rendimiento y las propiedades específicas de los productos agrícolas son esenciales para la realización de proyectos enfocados en el campo. Del mismo modo en que los demás sectores económicos e industriales, tratan de encontrar formas que les permitan optimizar su cadena productiva, generar una reducción de costos o crear valor.

En el presente es cada vez más frecuente observar la implementación de sistemas, aplicaciones e incluso vehículos no tripulados como drones o maquinaria, para facilitar el trabajo al campesino y proveer información en tiempo real que permita realizar un uso eficiente de los recursos que este tiene disponible, de manera que se garanticen las mejores condiciones de los cultivos.

En este orden de ideas, el agua es el recurso principal para la producción agrícola y es indispensable su control para el crecimiento de los cultivos. Los agricultores controlan el agua a través de un sistema de riego. Un sistema de riego es un conjunto de estructuras diseñadas para determinar un área que pueda ser cultivada con la apropiada aplicación del agua necesaria para las plantas. Sin importar el tipo de agricultor o tamaño del cultivo, el riego constituye la actividad más importante en la agricultura, pues por medio de diversos procesos o mecanismos, permite una distribución uniforme y eficiente de este recurso sobre el suelo, lo que asegura una expansión más igualitaria de la producción.

Debido al desarrollo de la ciencia y la tecnología, hoy en día existen numerosos tipos de riego que favorecen al campesino y que facilitan la compensación por déficit de lluvias y los componentes necesarios para la evolución de las plantas. Algunos de los sistemas de riego más comunes en el mundo son la fertirrigación, hidropónico, aspersión, goteo, automático, drenaje subterráneo, entre otros.

Para instalar el sistema de riego adecuado se deben tener en cuenta diversos factores como la medición del terreno y la identificación de sus curvas respectivas, analizar la calidad del agua que será suministrada, las condiciones climáticas del área, las características y propiedades del suelo, y no menos importante, el tipo de cultivo que se desea producir.

Asimismo, la importancia de instalar un sistema de riego adecuado no solo es relevante para garantizar un excelente desarrollo y crecimiento de la producción, sino de minimizar y contrarrestar los efectos negativos que conlleva el uso excesivo del agua en la práctica de la agricultura.

El primer problema es el derroche del agua que se presenta en la mayoría de los sistemas de riego. La agricultura de regadío[1]consume alrededor del 80% del total, siendo esta la actividad que más agua consume. En mucho de estos casos, el agua no se emplea de manera eficiente, ya sea por la antigüedad de este, el mal estado de conservación en el que se encuentra el sistema, falta de planeación en el diseño o simplemente, el manejo inapropiado por parte del agricultor o campesino. A su vez, la mala administración de los sistemas de riego, genera repercusiones casi irreversibles debido a la filtración profunda y la aceleración de la erosión del suelo, donde se puede contaminar el agua con otros sedimentos y elementos asociados y, de esta manera, afectar la fauna e incluso comunidades dependientes alrededor del cauce.

 

Así, teniendo en cuenta todo lo anterior, el sistema de riego es una herramienta que requiere de una planeación detallada, de forma que sea un facilitador en la producción y el crecimiento de productos agrícolas, que mejore las condiciones de quien lo emplea, que fortalezca la capacidad competitiva del agricultor y que, por el contrario, no se convierta en un martirio para el campesino o en el peor de los casos, en una desastrosa tragedia ambiental.